La evidencia científica demuestra que el consumo de aceite de oliva reduce los niveles de colesterol en sangre, modificando favorablemente los mecanismos que conducen al desarrollo de la ateroesclerosis.
Más aún, si distinguimos dentro del colesterol entre una fracción «buena» y otra «mala», el aceite de oliva, a diferencia de otros aceites vegetales, tiene además un efecto favorable al elevar el nivel de fracción «buena» del colesterol y reducir la fracción «mala».
Esta propiedad lo convierte en un producto cardiosaludable.
Además de esta virtud se ha demostrado que el aceite de oliva ejerce efectos protectores en otras partes del organismo: en el estomago por ser la grasa mejor tolerada, reducir la acidez gástrica y ayudar a la cicatrización de úlceras; en el intestino al estimular el tránsito y reducir el estreñimiento; en el páncreas al favorecer su función ; en el hígado y la vesícula, en la piel, los huesos, … e incluso es recomendable en la dieta del diabético pues disminuye los niveles de glucosa plasmática y las necesidades de insulina.